Aún los niños más pequeños son conscientes de la velocidad con que las nuevas tecnologías están impactando en su entorno. La forma en que trabajamos, comercializamos, elegimos, nos comunicamos e interactuamos está sufriendo cambios profundos e intensos en todas las áreas de la actividad humana.
Como ha ocurrido durante encrucijadas similares de nuestra historia, cuando los cambios se aceleran, el entusiasmo frente a las posibilidades que nos brindan las nuevas tecnologías convive con el desamparo de todos aquellos que dependen de las instituciones cuestionadas por los nuevos paradigmas.
Pero como también aprendimos en la cortísima historia de nuestra sociedad moderna (apenas 250 años nos separan de la invención de la máquina a vapor), el problema no es la tecnología sino los caminos que elegimos para recorrer con ella. […]
Para elegir, o más precisamente, para construir los caminos correctos, primero debemos pensarlos desde el interés de cada uno de los actores y territorios que conformamos la sociedad global.
Un aporte fundamental para pensar el futuro es el que realizó la OIT a partir del Informe de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo (CMFT)1. Allí se afirma que “las transiciones implicadas en esta evolución piden que se tomen medidas enérgicas (porque) sin esas medidas enérgicas nos dirigiremos a un mundo en el que se ahondarán las desigualdades e incertidumbres existentes” y también se invita a “revitalizar el contrato social que asegura a los trabajadores una participación justa en el progreso económico, el respeto de sus derechos y la protección de los riesgos a los que se exponen a cambio de su constante contribución a la economía”.
La Alianza Cooperativa Internacional (ACI) ha comprometido su aporte a este debate, y lo hará a partir de sus valores, porque entendemos que hay una relación orgánica entre valores y desarrollo.
[…] Nuestra finalidad y nuestro camino confluyen en una sociedad construida a partir de los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad.
Desde esa visión, debemos comenzar por señalar cuestiones que nos parecen previas al debate sobre el futuro del trabajo.
En primer lugar, nuestro rechazo al individualismo. [···] No nos interesa ni siquiera discutir si este camino es válido para un puñado de emprendedores afortunados: sin responsabilidad, igualdad, equidad y solidaridad no hay desarrollo, y todo ello sólo puede construirse en comunidad.
En segundo lugar, descreemos de las bienaventuranzas del inversor. Esto es, del desarrollo pensado como una paciente y disciplinada espera de un inversor que motivado por un exclusivo afán de lucro traerá a nuestra localidad la tecnología, los mercados y las oportunidades del desarrollo que nos resulta esquivo.
Primero deben estar el interés de nuestra comunidad y los proyectos de cada uno de sus hombres y mujeres. Y luego, para defender nuestros intereses y desarrollar nuestros proyectos debemos, sí, apelar al ahorro de inversionistas locales o externos. Pero siempre partiendo de nuestro territorio, porque es en el territorio donde podemos ejercer la democracia. Si el camino que adoptamos para el desarrollo no es el elegido por los actores locales, entonces no hay democracia y por lo tanto no hay desarrollo.
No creemos en el individualismo ni en lucro como motor del desarrollo, pero sí creemos en la cooperación, como lo hicieron nuestros pioneros cuando buscaron caminos alternativos frente a los estragos sociales que produjo la revolución industrial en sus primeros tiempos.
Esa es nuestra responsabilidad en el debate sobre el futuro del trabajo: la construcción de empresas que a partir de los principios cooperativos puedan asumir ese viejo y nuevo desafío: poner la tecnología al servicio del desarrollo humano.
Septiembre de 2019
Dr. Ariel Guarco
Presidente de la Alianza Cooperativa Internacional
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Para leer el documento completo: El camino de la cooperación hacia el futuro del trabajo – Cooperar